miércoles, 20 de junio de 2012

Diario de un treintañero... y gay... y ciego 59

Me quedé callado, expectante, preparado para oír una carcajada de la boca de Marc que me indicara que aquella historia era una broma. No podía creer que, después de tanto suspense, por fin uno de los implicados confirmara mis sospechas.

—¿No dices nada? —me preguntó Marc—. Con el coñazo que has dado con el tema, suponía que tendrías algo que alegar u opinar.

—Es que estoy en estado de shock —confesé—. Aún no he procesado que tú e Ichi podáis estar juntos. Con lo mal que os caíais.

—Ya ves. Así es la vida. Es un friki de mierda, un niñato y tiene un apodo absurdo, pero le quiero —confesó.

—¡Hostias! —casi me atraganto al escuchar a Marc decir que quería a Ichi ¿Había oído bien?

—Sí, lo sé —continuó mi ex—. Suena muy raro viniendo de mí. Ni yo mismo me conozco. Esto es completamente nuevo.

—¡Joder qué fuerte! No es broma ¿verdad?

—Que no, que lo digo en serio. Es la primera vez que me sucede algo así, pero me he apuntado al paquete completo: amor, arrumacos, mensajitos tontos, andar cogidos de la mano y toda esa mierda. Incluso estoy siendo fiel. Hace que no practico la monogamia desde... desde... bueno, desde que estuve contigo.

—No hace falta que mientas a estas alturas de la vida —respondí divertido al verle intentar expresar su felicidad sin herir mis sentimientos—. Me parece estupendo y me alegro mucho por vosotros.

—Muchas gracias —dijo Marc—. Estoy tan ilusionado que parezco una niña pequeña.

—Qué guay —añadí mientras me preguntaba si esos sentimientos eran compartidos por ambas partes. En su última visita Ichi me dijo que ya no me quería, pero el beso que me dio era un buen motivo para dudar de ello. Por supuesto, no pensaba mencionar nada de eso a Marc, pero me temía que dentro de poco iba a recibir un curso intensivo de lo que habían sentido gran parte de sus parejas cuando cortó con ellas.

lunes, 18 de junio de 2012

Diario de un treintañero... y gay... y ciego 58

El relato sobre mi vida fue rápido y carente de detalles. A medida que hablaba, me daba cuenta de lo aburrida que resultaba la historia, de la poca importancia que tenía y de lo mucho que me apetecía callarme para que Marc pudiera empezar a aclarar algunas cosas de una vez o, al menos, contarme a qué se había dedicado. O, mejor dicho, a quién se había dedicado.

—¿Ya está? —preguntó desconcertado cuando terminé—. Pues vaya mierda de crisis. Si lo sé, me quedo en mi casa.

—Parecía más espantoso está mañana —respondí—. Da igual, dejemos de hablar de mí, que para eso ya tengo a mi psicólogo y a mi abogado. Cuéntame qué tal te está yendo a ti querido amigo, estimado agente literario y apreciado exnovio mío —añadí haciendo gala del peloteo más baboso que podía encontrarse en la ciudad.

—Mira que eres pesado —dijo Marc. Estaba sonriendo y yo no necesitaba ver para darme cuenta. Lo sabía. Estaba sonriendo porque le hacía gracia lo rastrero que llegaba a ser por averiguar lo que quería saber—. Si no te lo cuento vas a continuar dándome el coñazo hasta el fin de los tiempos ¿verdad?

—No sé de qué me estás hablando —repliqué lo más digno que pude. Me costó contener la risa, pero yo creo que estuve aceptable.

—Muy bien, pero solo te contaré una cosa —respondió Marc—. ¿Prefieres que despeje tus dudas sobre lo que ocurre con Ichi o que te cuente con quién me acuesto?

—Pues... —me quedé de piedra. Llevaba tanto tiempo suponiendo que Ichi era con quien se acostaba que ahora no sabía qué elegir saber—. Lo de Ichi —respondí al final siendo fiel a la que era mi duda inicial. Con quién se acostara Marc me importaba menos. Siempre que no fuera Sergio, por supuesto. En ese caso, conocería mi ira...

—Me iba a tocar antes o después —admitió Marc.

—Aunque haciéndolo ahora te vas a librar de un montó de súplicas, amenazas y llamadas a horas intempestivas —agregué.

—Qué morro tienes —dijo—. Lo que sucede con Ichi empezó el día que le acompañé a su casa. Iba tan borracho que tuve que llevarle hasta su misma cama. Iba a dejarlo ahí tirado cuando me di cuenta de que tenía la ropa llena de vómito. El chico no es que me cayera muy bien, pero tampoco me veía dejándole sin más. Así que le desnudé y mis sentimientos hacia él empezaron a cambiar.

—Vamos, que el chico está bueno.

—Sí, bastante, pero lo principal fue lo mono que estaba sin decir tonterías y con esa cara de bueno que tiene. Hice café, preparé la bañera, le ayudé a lavarse los dientes y, al final, acabé metido en la bañera con él. Luego le llevé a la cama, le arropé y me quedé dormido a su lado. Y a partir de ahí, ya sabes: cenas, paseos, cine y esas cosas que se hacen.

—Entonces ¿con quién te acuestas? —pregunté confundido.

—¡Con Ichi! —contestó Marc divertido—. ¿Con quién va a ser? ¿no has escuchado la historia?

jueves, 14 de junio de 2012

Diario de un treintañero... y gay... y ciego 57

No hace demasiado tiempo, al ocurrirme algo así... bueno, a decir verdad, nunca jamás en la vida me había pasado (y mira que me he encontrado en momentos extraños) que en un mismo día un exnovio me anunciara que se mudaba de mi casa, un amigo con derecho a roce rechazara rozarse conmigo y un antiguo enamorado me besara para anunciarme que ya no me amaba... vaya día más completito que llevaba. Y aún no había pasado la mañana.

En fin, como iba diciendo, en momentos como ese, mi primera reacción habría sido acudir, sin dudarlo ni un segundo, a Marc. Daniel podía ser mi psicólogo, pero Marc era mi consejero y mi amigo del alma. Su falta de interés hacia los problemas ajenos era una actitud estupenda para tratar con alguien tan egocéntrico y neurótico como yo. Y si eso no funcionaba para que dejara de preocuparme, su amplitud de miras sexual siempre servía para aliviarme un poco las penas. Pero la situación había cambiado... o no. No lo sé. Todo era posible, teniendo en cuenta que ni él ni Ichi me habían aclarado si estaban juntos o solo era un nuevo invento de mi alocada imaginación. Aunque yo me inclinaba por hacer caso al dicho "quien calla otorga" y pensar que si ningún había negado la relación, sería por algo.

De todas formas, ese era otro tema. Me era indiferente con quién saliera o a quiénes se estuviera tirando, con tal de que pudiéramos quedar para hablar y me permitiera darle un poco el coñazo con mi vida. Así que opté por mandarle un mensaje por el móvil pidiéndole que me llamara para quedar. Era rápido, sencillo, claro, no le despertaría si aún estaba durmiendo y me ahorraba la posibilidad de aguantar una conversación como la que había tenido con Miguel. La parte negativa de este sistema era que había que esperar una contestación. Durante la primera hora de trabajo, estuve tan ocupado que casi ni me acordé. La segunda, se me hizo un poco más cuesta arriba, aunque me distraía con otras cosas. Pero fue a partir de la tercera cuando el suspense me superó y mi principales preocupaciones pasaron a ser: "¿habrá respondido en los dos minutos que he estado en el baño?", "¿me he vuelto sordo, además de ciego, y no he oído el pitido del móvil"?, "¿se me habrá estropeado el móvil y se me ha apagado?", "¿no le habrá llegado?", "¿no lo ha visto?", "¿habrá perdido el teléfono?", "¿se lo habrán robado?", "¿le habrán raptado?" y así una bonita sucesión de posibilidades, a cuál más absurdas, que, sin embargo, olvidaban las dos situaciones más probables de todas ellas: "Marc está en la cama con alguien" o "Marc continua durmiendo, después de haberse acostado con alguien".

Resultó que se trataba de la última opción. Marc se había quedado dormido, aunque no por haber tenido sexo, sino por haber visto una película. Eso me sonó rarísimo, pero preferí reservar mis opiniones para cuando nos encontráramos en persona. Quedamos un par de horas más tarde, en el bar al que solíamos ir.